ESPIRITUALIDAD
Invitado Fraile Dominico Julián Cruzalta, Profesor de Teología
Una zona poco explorada por el ser humano a lo largo de su vida, es la parte espiritual; poco nos acercamos a conocer nuestra alma, nuestra vida interior, nuestro contacto íntimo con la creación y su fuerza cósmica, universal; sin embargo es al acercarnos a la vejez cuando surge una necesidad por vivir esta parte espiritual, ya bien para prepararnos para el final de nuestra vida o bien para aligerar la carga emocional de perdidas, dolores, culpas y frustraciones.
La espiritualidad se expresa a través de los valores, de la fuerza de la vida, de la capacidad de mirarse, de comprenderse, de preguntarse, de emocionarse y de responderse.
Es en la tercera edad cuando se tiene también la posibilidad de desarrollar este trabajo espiritual, porque es posible que se hayan dejado atrás los distractivos que impedian dedicar tiempo a la búsqueda y el encuentro de uno mismo, saber quien se es y que hacemos aquí viviendo esta existencia humana.
También puede presentarse en esta etapa de la vida una crisis existencial que nos sirva de punto de despegue hacia el encuentro con nuestra espiritualidad, porque son precisamente los momentos de crisis los que nos hacen crecer y desarrollarnos, los cambios bio-psico-sociales que se viven en el proceso de envejecimiento también provocan crisis personales que nos ayudan a dirigir la mirada hacia si mismos y poder encontrar el sentido de nuestra existencia como parte de un todo cósmico.
En esta búsqueda juegan un papel importante, todas estas construcciones socio-culturales visualizadas como instituciones religiosas, que si bien para algunas personas son el medio para encontrar las respuestas, no en todos los casos estas instituciones sirven para tal fin; por el contrario, vemos que la religiones han perdido su papel de orientación y medio para encontrar el espíritu, para convertirse en el fin de un afán de poder y enajenación; la religión debe ser el dedo que nos indica donde está dios, hoy sin embargo este dedo nos oculta a dios o más aún en casos en que se asume como dios mismo; por otra parte debemos ver que la religiosidad sigue buscando al dios externo, al que rige, ordena y castiga; la espiritualidad tiene otra mirada, esta se dirige hacia el interior de las cosas, a su comprensión y su equilibrio.
Un buen ejercicio para fortalecer el proceso de vivencia interior, junto o no con los procesos religiosos, es la observación total del universo y en esa misma medida la observación de uno mismo, esta observación puede tener otros nombres como oración o meditación según la religión que se practique, ya lo decía el Dalai Lama "la mejor religión es la que te hace mejor ser humano", y finalmente no se trata de alejarse de nuestra propia religión sino de incorporar a esta, nuevas y mejores prácticas que nos ayuden a encontrar la paz, el equlibrio y el sentido de nuestra vida.
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