Desde la teoría que habla de que la persona envejece desde el momento mismo de nacer, la idea de aprender a envejecer debería partir en paralelo con la idea de aprender a vivir y viceversa, y sin duda el aprendizaje del cuidado de nuestro cuerpo y de nuestra salud integral es un proceso continuo, dinámico e individual.
Esta vez queremos llamar la atención hacia una parte de nuestro cuerpo que a pesar de ser indispensable su cuidado, muchas veces es tratado con olvido: Los pies
Son varias la patologías que pueden afectar nuestros pies, las más comunes son: Las uñas encarnadas, los hongos en uñas y piel, el "pie de atleta" una infección causada por hongos y bacterias, callosidades o incluso dermatitis causadas por una mala circulación sanguínea, el contagio por virus de papiloma que desemboca en el llamado "ojo de pescado"; a nivel estructural lo más recurrente son el pie plano o el pie cavo, también la deformación articular de los dedos (juanetes), así como la deformación del hueso calcaneo, comunmente llamado talón con espolón.
Así, es importante reconocer nuestros pies, revisarlos con regularidad en estas tres áreas: Piel, uñas y articulaciones.
Cualquier cambio de coloración en la piel se debe tomar en cuenta, enrrojecimiento excesivo, zonas oscuras o ya bien resequedad, deben ser motivo de atención.
Las uñas encarnadas pueden llegar a desarrollar infecciones que mal atendidas pueden complicarse y ponernos en riesgo, sumado a la incomodidad y al dolor que estas causan provocan trastornos en la marcha que a su vez lesionan o lastiman las articulaciones, lo mismo puede ocurrir con la micosis crónica de las uñas, además de ser una fuente de contagio para otras personas.
Para los adultos mayores es importante tomar en cuenta que un trastorno en la marcha puede conducir a riesgos de caídas y estos a fracturas indeseables.
El uso de calzado adecuado reduce en forma importante la aparición de cualquiera de estos trastornos, debemos tomar en cuenta el material con el que están elaborados, su forma y horma, así como su flexibilidad, que no tengan deformaciones internas que lastimen y provoquen ampollas o callosidades; y sin duda la primer recomendación es mantener los pies limpios y secos, así como la piel hidratada.
Para el adulto mayor de avanzada edad resulta un poco difícil mantener sus pies cuidados, ya bien por deficiencia visual, perdida de flexibilidad en el tronco para alcanzar sus pies con comodidad o incluso la perdida de motricidad fina para manipular las pinzas o cortauñas, de tal manera que estas personas requerirán de la atención de personal que los atienda en estas necesidades, ya bien familiares, voluntarios o profesionales.
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